Retrato

LEONORA VICUÑA, Chile
por Patrico M. Lueiza

Todo se complementa. La foto no es nada sola, apagamos la luz y desaparece.


Dónde te criaste Leonora, Cómo fue tu infancia?

Me crié en Santiago, en lo que hoy llaman barrio Italia, cerca de Seminario, en un Chile entonces más pequeño que el de hoy. Somos siete hermanos, mis padres eran cariñosos y creativos. Tuve una infancia sencilla, ordenada por las monjas marianas, mi abuela materna, mi tía Raquel. Lo único que diferenciaba a mi familia de las demás del barrio era la poesía. Siempre estuvo presente.


¿Cómo y cuándo te encontraste con la fotografía?

Mi padre, además de escribir, sacaba fotos en los años 60 y eso me intrigaba. Más adelante, en los años 70 tenía amigos que sacaban fotos, especialmente uno que revelaba sus fotos en un cuarto de baño. Hicimos varias salidas y “duelos fotográficos”, pero las cámaras eran caras, escasas, inalcanzables. Luego tuve un novio que tenía una buenísima cámara 6x6 y con él hice mis primeras fotos en Valparaíso.
Las enviaba a revelar a Reifschneider. Fue en Francia que comencé a interesarme en las imágenes fotográficas. Había muchas revistas y algunas exposiciones muy buenas. Y en Grecia donde viví en el año 76, tomé muchas fotografías con una cámara rusa. Tomaba fotos a color y las enviaba a revelar, pero no tenía intenciones de ser fotógrafa. Eso vino más tarde cuando regresé a Chile a fines del 77.


¿Quiénes son tus referentes fotográficos?

Hablar de referentes me parece un poco escolar, algo aprendido, algo embutido por las escuelas y academias. Personalmente no puedo precisar con claridad a lo que me refiero cuando hago imágenes. Se trata de un universo conformado por muchos nutrientes de diversa índole. Desde luego la literatura, el cine, las experiencias personales y percepciones de la vida son decidoras de los diversos quehaceres y elecciones. Cuando comencé, vi innumerables fotos de variados autores, mucha foto europea y de Estados Unidos.


En los años 70 decidiste partir al extranjero.
¿Por qué te fuiste y cuál fue tu primer destino? .

Uyuyuy! Las razones de mi partida las descubrí bastante más tarde… Me fui porque Chile me parecía fome, plano, quería aventurarme sola en otro mundo. Quería estudiar Antropología, Ciencias Sociales, y se me había metido el bicho de París, La Sorbona, mayo del ´68, los estudios etnográficos, etc.
Más tarde me dí cuenta que iba huyendo, -entre otras cosas – de problemas familiares complejos que no es del caso mencionar aquí.


¿Cuál fue el impacto en tu aprendizaje y experiencia de estar en el extranjero en aquella época?

Me fui muy joven, por lo tanto, todo era aprendizaje y experiencia. Al comienzo lo más impactante era vivir en otra lengua, tratar con un mundo totalmente diverso y cosmopólita, lleno de historia, pasado, memoria, y ser nadie al mismo tiempo, ser anónima, ínfima, y lidiar cotidianamente para subsistir. Cuando llegué a París, sólo habían 10 chilenos, aparte de los funcionarios de la embajada. Chile quedaba muy lejos de Francia entonces, y los únicos que se interesaban en Chile eran los seguidores de Allende que siendo socialista había llegado al poder por elección popular y democrática.
En la Universidad tenía compañeros africanos, con el rostro tatuado, pero de ternos impecables y que llegaban a clases con maletines saxoline de ejecutivos. Conocí gente de muchos países. Trabajé en varios oficios y ocupaciones variopintas, curiosas, perversas algunas y otras muy anodinas. Todo me parecía digno de interés. La sola ciudad de París era ya un alimento contínuo. Mucha gente loca, sola, entretenida y rara. En fin…


¿Qué significó para tu proceso creativo trabajar con Alejandro Jodorowsky en la realización del film The Rainbow Thief?
¿Tienes alguna anécdota?

Fue una experiencia muy grata en muchos sentidos. La película no era mala, sino pésima. Pero el equipo de trabajo, bien numeroso y la manera de trabajar de Jodorowsky, además de su personalidad, fueron una rica experiencia. Todo era medio clandestino, un invento del propio Jodorowsky, que hizo durar el montaje más de 8 meses. Habría muchas cosas sabrosas para contar, lo más genial fue que ganamos mucha plata con esta peli, nos pagaban “al negro” como se dice allá, es decir, sin declarar nada, y cada viernes llegaba el gran productor en una limousina dorada, seguido de sus guardaespaldas que llevaban las famosas saxoline con el money atadas con esposas a sus muñecas. Nos encerraban con llave en uno de los estudios de los auditorios y abrían los maletines llenos de francos y nos pagaban a todos. Incluso todas las horas extraordinarias que reclamáramos… Recuerdo que era tanta plata fresca que me la guardaba en los calzones para volver a casa tranquila.
Los estudios de Joinville donde se trabajaba quedaban a las afueras de París y ya en esos años nadie andaba con plata. Sólo cheques y tarjetas.



Fuiste una de los fundadores de la Asociación de fotógrafos independientes (AFI) en 1981 en Chile.
¿Dónde y por qué surge la asociación?

Surgió en Santiago, fue la iniciativa de algunos fotógrafos como Jorge Laniszewsky. Nació de la necesidad de defender la profesión, de crear un gremio protector. Pinochet había cerrado, prohibido los colegios profesionales, sólo se podían formar asociaciones. El número mínimo para crear una asociación era 25 personas. Y se creó este pequeño gremio.
Además hay que agregar que comenzaba, por esos años, a nacer un interés por la fotografía.


¿Cuál creés que es el legado de la AFI en la fotografía chilena reciente?

La AFI es una suerte de pilar o –referente- de todo lo que ha venido después. Lo interesante es que no se creó para ser un pilar ni para trascender como lo ha hecho. Era una necesidad latente, de defensa y de creación al mismo tiempo. Por otro lado, en la AFI y fuera de ella, las imágenes fotográficas en esos años de dictadura, podían ser peligrosas. El legado fundamental de la AFI es el registro de lo que sucedía, que, ya sea consciente o inconscientemente, realizábamos todos en forma común o individual. La AFi era un alero, una pequeña capilla, un resguardo. Se ha hablado mucho, se han hecho películas, libros, pero siempre poniendo énfasis en la parte estrictamente política de la AFI, en su activismo.
Al respecto pienso que hace falta hablar sobre la parte creativa misma, porque a la AFI llegó gente de muchos horizontes y tendencias. Y todo era bastante incipiente, precario, nuevo. Se hicieron exposiciones, anuarios, y diversas iniciativas que buscaban establecer la existencia de la fotografía como quehacer y expresión reales. Queríamos hacerla visible. Al mismo tiempo queríamos hablar de la crítica fotográfica, (ver los boletines de AFI). Pienso que un legado real de la AFI habría sido que hoy en día existiera en Chile un centro de la fotografía hecho y derecho. Hubiera dado para eso si hubiéramos continuado, pero la AFI duró poco tiempo…


¿Qué opinás de la escena fotográfica chilena y latinoamérica actual?

¿Hay una escena chilena de fotografía? A mí me parece que hay un escenario, pero no una escena… La fotografía latinoamericana ha cobrado fuerza gracias a gestores de diversos países que le han dedicado tiempo y espacio. El mercado internacional se ha interesado en autores latinoamericanos y eso hace que esta escena exista.
En Chile no hay mercado para la fotografía, es demasiado precario aún. Hay buenas iniciativas como el FIFV, revistas como El Sueño de la Razón, talleres del CNCA, Taller Huelén, etc., que son empujes para la circulación. Varios autores jóvenes chilenos circulan por revistas, festivales, centros, concursos, y hay un interés creciente de participación, pero yo no hablaría de escena chilena de la fotografía, de un sello fotográfico nacional…


¿Tenés interés en otras disciplinas y como estas se complementan con la fotografía?

Si, todo se complementa. La foto no es nada sola, apagamos la luz y desaparece...


Eres referente en la fotografía chilena y latinoamericana. Docente, gestora cultural, escritora, montajista en film de animación; Estudios en Ciencias Sociales, idiomas, cine y licenciada en Antropología. ¿Cómo te definís hoy en día y que hacés actualmente?

Cada día me defino menos, la madeja se complica, se desmadeja, las realidades se desdibujan, camino hacia atrás, a veces todo el aire se enrarece, disfruto los instantes, los resquicios invisibles al ojo del Big Brother, me quedo en silencio durante horas. Me gusta leer, cultivar la tierra, compartir con amigos, reírme hasta las lágrimas, desapegarme de cosas inútiles. Vuelvo a hacer fotografía análoga. Soy lombricultora y formé una pequeña cooperativa con la gente de mi comunidad en Carahue. Lo demás es asunto mío.


¿Qué consejo darías a los nuevos fotógrafos?

No hagan fotolibros de cualquier tema.
No sigan la moda. No traten de ser famosos.
No escuchen consejos.-


Sobre la autora:

Leonora fue una de las fundadoras de la Asociación de Fotógrafos Independientes. Nació en Santiago de Chile en 1952 y cursó estudios de Fotografía y luego de Realización Multimedia, en la Escuela ESRA de París, ciudad donde residió durante muchos años. Gracias a su familia, estuvo desde pequeña vinculada al mundo literario y parte importante de su trabajo fotográfico ha consistido, precisamente, en retratar a escritores chilenos y captar la vida en los antiguos bares capitalinos, donde se desarrolló la vida literaria y bohemia en los años de la dictadura. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas e individuales en Chile y en el extranjero.
Se ha desempeñado como productora de cine, montajista de filmes de animación y profesora de fotografía. Actualmente reside en Carahue, en la Región de la Araucanía. Su último proyecto fue la exposición Nosotras, Lafkenche de Huapi, que fue el resultado de un taller efectuado durante el año 2003 con mujeres lafkenche de la isla Huapi, en la comuna de Saavedra, Novena Región. La experiencia consistió en que mujeres de diversas edades y ocupaciones, procedentes de distintos sectores de la isla y sin conocimientos previos de fotografía, aprendieron a registrar imágenes con una cámara digital.
Contacto

Sobre el entrevistador:

retratoPatricio M. Lueiza, 1986, Santiago de Chile Fotógrafo independiente y experimental, cursó sus estudios en la Escuela de Imagen y Comunicación Alpes y de Diseño Gráfico en Aiep de la Universidad Andrés Bello en Chile. Participó en el taller Santiago Fotoziti del fotógrafo y editor español Ricardo Cases. Colabora como coeditor en la revista digital de fotografía Imagenario. Es parte del Colectivo de fotografía ContraSombra, donde desarrolla fuertemente las intervenciones urbanas en instancias tales como Carnaval Santiago 100 en un día y en el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso.
patriciomfotografo@hotmail.com.